As derradeiras luces de Antolín Faraldo

As derradeiras luces de Antolín Faraldo

Un informe da Secretaría de Terceira división militar no Porto (Portugal), de 2 de maio de 1846, asinado por José Manuel da Costa Atídrade, capitán graduado da terceira división militar, achega unha relación nominal dos exiliados que se presentaran en dita cidade procedentes de Galicia. Cualificados como civís aparecen Agustín de Dios, Juan Aniceto San Martín, Pío Rodríguez Terrazo, Juan Ramón Patiño, Joaquín Yáñez Rodríguez, Benito Manuel López, José María Santos, Diego Villar, Manuel Angles y Couto, Francisco García Barros e José Benito Amado. Segue a continuación unha relación de militares que se presentaran na capitanía xeral de Oporto, encabezada polo ex brigadier Leoncio Rubin, e varios capitáns e tenentes, así como varios milicianos nacionais e os “veteranos de Santiago” Antonio Romero, Antolín Faraldo, Manuel Taboada, Pedro Arango de Saavedra e Julián Díaz. (El Clamor Público, 14-5-1846; El Boletín del Ejército, 15-5-1846; Eco del Comercio, 14-5-1846; El Español, 14-5-1846).

Con este exilio en Portugal, logo do fracaso da Revolución galega de abril de 1846, iniciarase para Antolín Faraldo Asorey (1823-1853) e para os seus amigos Antonio Romero Ortiz (1822-1884) e José Rúa Figueroa (1820-1855) unha nova etapa vital. Aos tres uníraos a Universidade de Santiago e a Academia Literaria desa cidade; impregnounos a tinta da prensa; compartiron un ideario protonacionalista, progresista e cun recendo a socialismo utópico… Faraldo empeza a escribir en El Recreo Compostelano, que dirixía Neira de Mosquera, en 1842, aínda que logo abandonará ese medio e será redacto de La Situación de Galicia; Rúa Figueroa e Romero Ortiz (que xa disparara os seus primeiros fogos en El Huracán) fundarán en 1842 Santiago y a ellos, un semanario satírico de literatura e costumes, de curta vida, no que tamén colaboraría Faraldo; compartirán Rúa e Romero a escrita en conxunto dalgunha obra teatral; os tres coinciden na fundación de El Porvenir. Revista de la Juventud Gallega, que dirixirá Faraldo, entre febreiro e outubro de 1845, revista na que expresarán o ideario do provincialismo. Os tres terán un protagonismo esencial na Revolución de 1846: Romero, aleccionando aos estudantes en Santiago e sendo secretario da Xunta de Goberno desa cidade; Faraldo, como secretario da Xunta Central de Galicia; os dous, no periódico La Revolución. Pola súa parte Rúa Figueroa, co pseudónimo de Juan Da-Ponte, publicará ese mesmo ano de 1846 en Madrid un libro relatando os feitos acontecidos. Os tres morrerán lonxe de Galicia.

Confinados na illa-penal de Peniche, Faraldo e Romero tentarán explicar as causas do fracaso revolucionario. Para iso utilizarán unha intensa correspondencia con moitos xornais, tanto españois como británicos.

Vexamos unha das cartas:
Peniche 10 de mayo.= Señores redactores del Eco del Comercio-=Señores de nuestra estimacion:

En esta isla, casi incomunicada con el resto de Europa, a donde nos destinó el gobierno portugués, no hemos conseguido ver ningún periódico de España, por lo que ignoramos el juicio que ha formado la prensa periódica de la revolución de Galicia. A nuestra reputación, al pueblo gallego y á el partido liberal de todos los matices interesa sobremanera que este juicio lleve el sello de la verdad, y por lo tanto esperamos de vds. que le suspendan hasta que las circunstancias nos permitan narrar los sucesos que tuvieron lugar desde el dia 2 de abril hasta el 26 del mismo y los antecedentes que los prepararon.

Colocados en el poder directivo de Galicia desde el dia 4 de abril hasta que todo se hubo perdido, menos el honor, hemos podido observar y conocer mejor que otro alguno los elementos con que contaba aquella revolución formidable, y los estraños motivos que apresuraron su fin.

Nosotros, pues, ofrecemos presentar á la meditación del país una historia sincera y detallada de los acontecimientos que tuvieron lugar en Galicia, de las tendencias de la revolución y de su verdadera índole, revelando con franqueza quiénes fueron los que faltando á sus juramentos nos abandonaron en el peligro, quiénes fueron los malos caballeros que vendieron su espada, y colocando, en fin, en el lugar que le corresponde al precipitado, pero pundonoroso y valiente don Miguel Solis y Cuetos. Mientras tanto tienen el honor de saludarles sus afectísimos compatriotas q. b. s. m.=Antolin de Faraldo, secretario de la que fue junta central de Galicia.=Antonio Romero, secretario de la que fue junta de gobierno de Santiago. (Eco del Comercio, 19-5-1846).

Dende maio a xullo de 1846 a prensa madrileña, de todos os espectros políticos, (que é a fonte fundamental deste artigo) farase eco de diversos comunicados de Faraldo e Romero nos que, en síntese, defendían as xestións das Xuntas, destacaban o honor do coronel Miguel Solís e culpaban, en boa medida, do fracaso da revolución ao comportamento do brigadier Leoncio Rubín. Chegaban de Portugal mesmo (falsos) rumores de que fora asesinado en Portugal, e, máis tarde, que este estaba a punto de retar en duelo a Faraldo e Romero. (Sirvan como exemplo, as seguintes referencias: El Heraldo, 21-5-1846; El Clamor Público, 13-6-1846; Eco del Comercio, 7-7-1846; La Esperanza, 9-7-1846 e 10-7-1846; El Español, 8-7-1846; El Popular, 10-7-1846 e 20-7-1846).

O 8 de setembro de 1846 Faraldo, Romero e os outros protagonistas da revolución serán condenados.

Conseguida a amnistía en outubro de 1847 (Romero Ortiz, do que nos ocuparemos noutra ocasión, terá que vivir aínda moitas penalidades) Faraldo regresa a Galicia. Neste mesmo mes, un xornal madrileño anuncia que, en novembro, ía nacer na Coruña o Boletín Mercantil e Industrial, no que estaba prevista a colaboración da Faraldo, Romero Ortiz e Puente Brañas nunha revista literaria mensual dese xornal. (El Heraldo, 26-10-1847). (Teremos que agardar ao nº 27, de 1-1-1848, para ler o artigo de Faraldo, “Impresiones de Lisboa” -que Francisco Vales Villamarín coidaba que nunca se publicara- e ao nº 28, de 4-1-1848, no que publicará Romero “Recuerdos de Portugal”).

Neste mes de outubro de 1847 vemos a Antolín Faraldo en Santander, cidade dende a que envía un comunicado ao Eco del Comercio:

MANIFESTACIÓN.

El juicio de la revolución de abril corresponde á la posteridad; mas la honra de los que la dirigieron no puede esperar ese fallo lejano. A nuestros paisanos, nuestros correligionarios y á nuestros amigos, interesa mucho que el nombre de los que levantaron esa bandera hecha pedazos en las calles de Santiago, aparezca en caracteres claros y manifiestos; ó puro y sin mancha, ó deshonrado y cubierto de oprobio. Los partidos deben llamar á la barra de su tribunal la prensa á todos los que toman sus colores ó invocan sus principios. El velo del olvido es transparente para algunos crímenes.

Demostrar la honradez de mi conducta con documentos verdaderamente irrecusables, porque emanan de nuestros mismos adversarios; hacer patente con testimonios legales el desinterés que inspiran mis trabajos en favor de la ilustre Galicia, asi en la prensa como en los otros campos, era mi único anhelo al arribar á Vigo, aunque el pais nos había hecho justicia. Mas como se retarde demasiado el momento en que esperamos salir de los tribunales con el veredicto de absolución, no puedo menos de declarar: Que ni durante la revolución de abril ni después de ella he tomado ó recibido UN SOLO MARAVEDÍ, ni como secretario de la junta central ni bajo otro concepto. Escito formalmente, provoco á cualquier particular ó funcionario á publicar algún dato que desmienta esta declaración que todos los partidos honrados deben aplaudir porque es un homenage á la moral pública. Y aunque sin autorización para hacerlo, puedo asegurar esto mismo de mis dignos compañeros los señores Terrazo, Romero, Sanmartín, y Dios, porque mi silencio pudiera admitir interpretaciones desfavorables hacia estas personas que militan en el virtuoso partido progresista al que tengo el orgullo de pertenecer. Santander 24 de octubre de 1847.=Antolin Faraldo. (Eco del Comercio, 30-10-1847).

No mes de novembro achamos noticias de que, en dúas ocasións, chega a Madrid (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 4-11-1847 e 21-11-1847). Supoñemos que xa estaría residindo en Andalucía, quizais en Córdoba, porque, dous meses despois, de novo se achega a Madrid, o 21 de xaneiro de 1848, a cumprir unha encomenda dos progresistas desa cidade: entregarlle un testemuño de lealdade ao xeneral Baldomero Espartero, duque da Victoria, cousa que fará o sábado 22 de xaneiro. (El Clamor Público, 22-1-1848; El Popular, 22-1-1848).

O escrito dos liberais cordobeses, datado en Córdoba o 17 de xaneiro de 1848, dicía nun parágrafo que o portador da comunicación seríao “el señor don Antolin Faraldo, encargado especialmente de esta junta para ponerla en sus victoriosas manos”. A nota de prensa continúa dicindo que El señor Faraldo cumpliendo con su honroso encargo espuso al ilustre general, que correspondiéndole por tan justos títulos la dirección moral del partido español ó progresista, los liberales cordobeses le reconocían y acataban como su gefe, ofreciéndole la mas eficaz cooperación para sostener la libertad y el trono constitucional, cuya declaración agradeció el duque con las palabras mas satisfactorias para los liberales de Córdoba, manifestando á su representante con la franqueza que le distingue, que él y todos los progresistas serían siempre la mas leal defensa de la Reina constitucional y de las instituciones conquistadas á costa de la sangre del pueblo y del ejército. (Eco del Comercio, 25-1-1848; El Clamor Público, 26-1-1848).

Outro dos xornais achéganos algunha información máis sobre o acto:

El ilustre ex-regente acogiendo al antiguo director del Porvenir con la cordialidad y cariño que tanto le distinguen, respondió, que unido todo el partido liberal ó español, que era uno mismo, las instituciones y el trono de Isabel II triunfarían de sus enemigos, y que los liberales de Córdoba, como todos los de España, podrán contar con él para tan patriótico fin, encargando al señor Faraldo les diese las gracias por las pruebas de confianza y afecto que le dispensaban. (El Espectador, 26-1-1848).

Non sería esta a única encomenda, xa que o 4 de febreiro volverá Antolín Faraldo a entrevistarse con Espartero, nesta ocasión para entregarle unha felicitación dos progresistas de Pozoblanco (Córdoba). (Eco del Comercio, 10-2-1848).

Pouco despois, co fracaso da revolución de 1848, parece que se refuxiou en Andalucía. E non volvemos ter noticias súas durante máis de dous anos. É de supoñer que, como teñen comentado algúns investigadores (Murguía, Vales Villamarín, Chao Espiña…), fosen tempos de periplos anónimos (e tamén amorosos) por diversas ciudades andaluzas, levantinas e mesmo do norte de África. Teremos que agardar a outubro de 1851 para encontralo en Madrid dirixindo un novo xornal, La Europa, cuxo primeiro número sairá o 15 de outubro. Xornal vencellado ao partido liberal, tiña como principios defender os do progreso e a liberdade. (El Observador, 16-10-1851).

Dúas semanas, efémera vida tivo esta publicación, clausurada de maneira arbitraria (“periódico que murió de mano airada bajo el ministerio de Bravo Murillo”, dirá tempo despois outro xornal). Faraldo denunciará ese acoso:

Se ha acercado á esta redacción nuestro amigo político don Antolin de Faraldo, redactor principal que fué de La Europa, para que manifestemos al público, que siendo producción suya los artículos de política interior que dio á luz dicho periódico, se creía en la obligación de defenderlos de las crueles, injustas y poco leales calificaciones de El Orden, de La Época y de La Esperanza; pero que privado de toda garantía para restablecer en su verdad la índole, espíritu y objeto de La Europa por el estado escepcional en que la colocó la real órden del 29 de octubre y por la situación actual de la imprenta, abandonaba el juicio de sus doctrinas á la conciencia pública y á la justicia de tiempos mas bonancibles, y la defensa de sus derechos á los senadores y diputados que aboguen por el artículo segundo de la ley fundamental.

Al mismo tiempo nos ha manifestado el señor Faraldo, para deshacer juicios equivocados, que el único número de La Europa que fué recogido, correspondiente al dia 27, solo contenia un artículo acerca de la sesión celebrada por la Junta directiva de nuestro partido, y otro sobre la Milicia Nacional, sin la mas ligera alusión á las formas sociales ni á los principios católicos.

Concluyó, por último, rogándonos que discutamos una cuestión nueva que ha venido á suscitar el fin de La Europa, y á cuyo examen no puede renunciar la imprenta política de España.

Al decir de El Orden, periódico semi-oficial del Gabinete, y á juzgar por los términos de la real órden de 29 de octubre, el solemne litigio de La Europa no ha podido someterse á los tribunales ordinarios, porque se trataba de conculcar las bases mismas del Estado, sino que debe llevarse á las Cortes, qué son el gran jurado político de la nación. De modo que los cuerpos legisladores van á juzgar y á fallar los artículos de La Europa, ejerciendo en esta ocasión las funciones que corresponden al tribunal establecido para conocer de los delitos de imprenta. Ahora bien: ¿ha de fallar la representación nacional sobre el delito de que el gobierno acusa á La Europa sin preceder la defensa de esta? ¿Ha de pronunciarse la absolución ó la condenación del periódico suprimido sin oír á su representante legal, como sucede en otras partes todas las veces que los parlamentos se constituyen en tribunales? (El Clamor Público, 4-11-1851).

Transcorre case un ano e medio para volvermos ter noticias súas. Nesta ocasión, forma parte dunha xunta, composta de ilustres liberais galegos residentes en Madrid –algúns, deputados- (Ramón de la Sagra, Domingo Fontán, Daniel Carballo, Vicente Alsina, Eduardo Chao, Antonio Romero Ortiz, José Rúa Figueroa, Antolin Faraldo, Manuel Bertemati, Benito Amado, Pedro A. Mourin e Manuel Somoza), que promoven unha función benéfica, realizada o 22 de abril de 1853 no Teatro del Príncipe, para poder."suministrar un pedazo de pan á los hambrientos de Galicia”, que pasaba momentos de moitas penalidades e fame. (El Católico, 21-4-1853).

A penas dous meses despois, nos primeiros días de xullo, algunha prensa madrileña (La Época, 4-7-1853; La España, 7-7-1853) faise eco, en noticias breves, do falecemento de Antolín Faraldo, o 20 de xuño, en Granada (cuxa partida de defunción foi publicada por Vales Villamarín). Nada achamos, sen embargo, na prensa granadina. Pola súa parte El Clamor Público (no que publicara algúns artigos Antolín Faraldo) acollerá nas súas páxinas, o 6 de xullo, a necrolóxica que, en La Nación, -xornal que non puidemos consultar- lle dedicaron os seus íntimos amigos José Rúa Figueroa, director do xornal, e Antonio Romero Ortiz, xornalista do mesmo. Aínda que esta necrolóxica xa foi publicada (vid. Carmen e María Xosé Rodríguez Galdo: “A propósito da publicación en “La Nación” dunha necroloxía de Antolín Faraldo”, Grial, tomo 19, nº 73, xullo-agosto-setembro de 1981, pp. 377-384), pareceunos interesante recuperala para poñer fin ao noso artigo.

Como hijos de Galicia, como escritores públicos, como liberales y como amigos, vamos á tributar en estas líneas un doloroso homenage á la memoria del que acaba de desaparecer de entre nosotros dejando tras de sí una vida corta en años, dejando delante de sí un porvenir de legítimas esperanzas. A los que le hayan conocido cuando en las aulas alzaba su elocuente voz para romper las torpes cadenas que la tradición escolástica y las rutinas universitarias imponían al pensamiento afanoso de emancipación y de nuevos y vastos horizontes; á los que le hayan leido cuando en la prensa periódica sustentaba las mas atrevidas tesis del espíritu y del siglo; á los que le hayan visto cuando en el terreno de la política ardiente se consagraba á la defensa de la causa liberal y de todas las conquistas de nuestra época; á los que hayan adivinado en su frase enérgica y severa, en su estilo elocuente y sentencioso, en sus ideas lozanas y profundas al escritor distinguido, al pensador discreto, al patriota inflexible; á los que hayan subido que este genio maduro, que esta cabeza perfecta no estaba inspirada mas que por una alma de seis lustros, á estos y solo á estos es á quienes pedimos una lágrima que se una con las nuestras, para que su raudal corresponda á la intensidad de nuestra pena, y para que su número esprese el hondo sentimiento de los pocos que tratándole lo querían, y de los muchos que sin tratarlo le amaban.

Harto sabemos que hay reputaciones de treinta años que asombran al mundo con su posición y con sus escritos, renombres que nacen sin oriente, personas que mueren sin ocaso; fortunas privilegiadas que aparecen á tiempo en la sociedad, que se anuncian sobre un teatro ya levantado, y ante un público ya reunido, génios de la ocasión, que la ocasión los eleva y la ocasión los proteje. Desgraciadamente Faraldo no gozó de esta venturosa estrella, no porque fuese menos digno de su luz que otros muchos, no porque no mereciese brillar tanto como otros que brillan y brillaron en nuestra patria. Meteoro fugaz cruzó el espacio de su vida, sin dejar mas que un tenuísimo rastro para el mundo: lámpara solitaria, no tuvo mas rayos que los que recogieron en su corazón sus compañeros; en sus columnas la imprenta, que publicó sus muy contados escritos. No podia suceder otra cosa. Las persecuciones empezaron para él cuando para otros se abría la carrera de los destinos: de la universidad salió para la emigración; de la emigración regresó para devorar en las filas de su partido una serie de infortunios, cuyo principio contó en 1843, cuyo término no sabemos si habremos de contar cuantos hemos tenido la dicha ó la desdicha de sobrevivirle.

¡Fenómeno digno de estudiarse! A medida que fue adelantando en edad, á medida que iban marchitándose una á una las ilusiones del espíritu vírgen, del espíritu que cree en la pronta realización de lo que considera justo y bueno, Faraldo concentraba en sí mismo las sensaciones que en otro tiempo servían para estimular sus publicaciones literarias, se hacia avaro de escribir para el público, desconfiaba, si no de sí, de la eficacia de su palabra, esparcía con suma parsimonia los frutos de su talento. En 1841 redactaba en Santiago el Recreo Compostelano, periódico literario; en 1843 escribía en la Situación de Galicia, diario político de aquella provincia; en 1846 daba á luz en compañía de don Ramón de La Sagra y de los que firman estas lineas, El Porvenir de Galicia. De este año en adelante le pierden de vista las letras, y con las letras su patria. Náufrago, como nosotros, de la revolución de Galicia, se refugia en las orillas del Tajo; víctima también como nosotros de las persecuciones de 1848, va á ocultarse entre las risueñas florestas de Andalucía. ¡Ay! Tierra encantadora que le recibió en sus brazos lleno de juventud, y que le despidió de su regazo consumido por la fiebre; país delicioso á donde dirigía sus miradas en busca de consuelos para las heridas de la política, y á donde encaminaba sus suspiros en busca de un remedio para el fatal pronóstico de los doctores. Allí murió aun no hace quince dias: allí murió acompañado de su hermano lejos de los que sin serlo por la sangre, lo fueron y lo son por los dulces vínculos del compañerismo, de la amistad y de las opiniones.

Galicia, que era su cuna, sabe que las primicias de su ingenio fueron para su historia; Santiago, que fué su escuela, sabe que los albores de su inteligencia alumbraron sus aulas: el partido progresista, que fué su bandera, sabe que sus fuerzas se ejercieron en su defensa: nosotros, que fuimos sus amigos, sabemos que á nuestro lado combatió jóven y niño, cuando empezaba á vivir, y cuando empezó á morir, cuando sonreía ante la perspectiva del triunfo de su causa, y cuando desfallecía ante el siniestro presagio de que tendría que sucumbir sin poder saludarlo. ¡Ni aun la triste recompensa de la victoria sin despojos le otorgó su adversa suerte! Luchar día y noche, hora tras hora, caminar instante por instante, tras una idea que se tiene en el corazón y que no se encuentra en el Gobierno, tras un bien que se pide para el Pueblo y que el Pueblo no recibe, tras de una verdad que pertenece al siglo y que al siglo se le niega, y morir rendido, no por la fatiga del viage, no por el desmayo de la voluntad, no por la ira de los hombres, sino por la mano de ese ciego destino que nos obliga á respirar un poco de veneno en la atmósfera, y que remisa cierto temple á alguno de nuestros órganos... Esto es horrible, esto es desgarrador; esto no admite consuelo fuera del consuelo á que nos obliga Dios al ordenarnos sus inescrutables decretos.

Faraldo vivió pobre, y eso que tenia un rico patrimonio en su cabeza: Faraldo vivió humilde, y eso que contaba con el legítimo orgullo de las inteligencias escogidas. ¡Qué estraño es! Progresista, no conoció la apostasía; liberal, no se dobló á la adulación; español de 1853, no tenía otras necesidades que las del alimento y el vestido. Todas estas cualidades son uno de los mejores títulos que puede ofrecer á la consideración y al aprecio de los que le sobreviven, aunque no el único que nos obliga á llorar su eterna ausencia. J. RUA FIGUEROA. -A. ROMERO ORTIZ.